No quiero escribir sobre el amor.
Siempre. Sobre todo cuando es certeza,
De estar con la cabeza perdida en manos quietas
que se esconden, dentro del pantalón
cuando me recuerdan.
No quiero.
Pisar hormigas y dejarlas,
dentro del corazón del mundo.
-naturaleza muerta-
A un lado el cuadro,
de una madre que tiene trenza
y lava a su hijo, que se ahoga en diarrea.
Pobres perros. Los han visto mendigar
comida dentro del portafolios
de un amo que espera. Partir el lomo primero
y dejar la caricia, cuando se ha perdido
la última moneda.
Ves allá. Sí hijo, sí.
Mirá allá al pobre vestir de hojarasca.
No, madre. Dice mi hijo.
Hoy me compraste un suéter chino.
Ay, pero si es de conciencia (abstinencia)
popular que dicho de reojo
estamos jodidos,
y de reflexión circunspecta,
estamos jodidos
pretexto de vagos para reunirnos
y
sorber el café en un lugar de bohemia.
No quiero escribir de amor.
Pero qué bien le haría al mundo,
vivirlo.
Y sí, ya sé, que he gastado la verborragia
para llegar al mismo sitio del que tantas veces
nos vamos
siendo apenas, expectadores de turno.
Al igual que hacemos con todas las desgracias
en las que sucedemos
como escaparates de maniquíes
( sí, ni pa\' muñecos servimos),
en este jodido mundo.
Otro café, por favor.