Dormía con mi soledad y mis sueños,
la luna había escapado hacía rato,
pocas estrellas morían en el cielo,
el sólo sol con sus últimas lágrimas,
en ese momento de cielo vacío,
escuché venir y cruzar la ventana,
tremendos gritos de dolor y de furia,
gritos, mejor dicho, desgarros de un alma,
¿quien no despierta ante semejantes ruidos?,
corrí a la ventana y jalé las cortinas,
entonces logré ver como mi propia alma,
volando iba, cómo llorando sus penas.