Le temo al sol por las sombras que produce
porque estas me desgarran en la oscuridad
Y a la luna por la luz que esconde en noches frías
cuando más necesito su compañia,
Le temo a mi propio corazón
Por sus tontos latidos involuntarios.
Le temo al tiempo y sus agujas
Que no se detienen y todo pasa
Incluyendo los recuerdos que regresan a mi
Como ataques cardiacos,
Sin aviso, sin permiso
Y yo aquí solo, por decisión propia
Miro al frente sin saber que hacer
Y este camino se hace eterno
No encuentro a nadie a quien seguir
¿Acaso es este el final de mi pasaje?
No hay final, perdí el inicio y por ende su sentido
No encontré lo que buscaba, ni a mí mismo.
Le temo a mis ojos pues me ciegan
Y no perciben lo que mi otro yo siente,
Le temo a mis oídos pues me asordan
Y confunden millones de voces y disipo la mía.
Eso me convierte en un cuadro insignificante entre la multitud
Y mi aroma solo alimenta más a la bestia de mi miedo
Apesto, no me encuentro
Y me voy justo para perder el instante que me brindarían misericordia.
Mis ojos, mi boca, mi nariz, mis oídos, mi tacto
¿Dónde están mis cinco maestros?
Me abandonaron, corrieron, me mataron
me dejaron solo luchando contra mis demonios
sin armadura, desnudo, temblando.