En su lecho, después de haber consumido un frasco completo de tranquilizantes, con los ojos inundados por el llanto, en su mano izquierda, un retrato con su amado en la que se veían tan felices, tan enamorados en uno de sus paseos por aquel pueblito donde se conocieron; en la mano derecha una carta en la que decía así:
-Amado mío, vuelo mío, sueño mío, se me parte el alma recordar aquel tiempo que fuimos tan felices, cuando andábamos por el mundo con nuestro amor vibrante que nos protegía de todo lo que hacernos daño pretendía. No había entre los dos nada ni nadie que pudiera separarnos, pero dejaste que entre a nuestro mundo tanta gente con su envidia y dejaste que eso lesione lo que fue “lo nuestro”. Y permitiste que haya tal distanciamiento, tanta incomprensión, expresiones duras y reproches, por nada, como si fuera pretexto para alejarnos más, que fue mejor decir adiós. Y hoy, estoy deshecha, porque es triste, muy triste decir adiós cuando se ama.
Si muero ahora que el dolor me embarga y que mis manos ya no tejen sueños, olvida que ellas un día te acariciaron y esas caricias nacieron en mi alma; olvida estos labios que un día te besaron y con amor tu nombre pronunciaron, pero hoy se secan de nostalgia
Pero nunca olvides que te quise a pesar de lo sufrido; que te quise y ese amor fue mi primavera
Pero que trajiste inviernos a mis ojos y mis lágrimas fueron cristales de hielo que me quemaron, que me saturaron de la frialdad de tu alma.
Adiós amado mío, luz de mis pupilas, vuelo mío, sueño mío…-
Y cerró sus pupilas, mordiéndose los labios y calló para siempre su llanto.
Cuando la encontraron, decían que dos diamantes bordaban sus mejillas y en sus labios una rosa sangrante con pétalos brillantes de color del vino, rodando hasta su último suspiro. Sobre el pecho, sus manos; la una con el retrato la otra con esta carta…
¿Qué razones más valederas que la existencia misma pueden llevar a una persona al suicidio?
Siempre ha quedado la interrogante flotando ¿Es cobardía o valentía quitarse la vida?
Para mí es un estado de desequilibrio de una mente atormentada y la baja autoestima, el miedo de enfrentarse al sufrimiento, la incapacidad de salir adelante con los fracasos a cuestas. Triste final, pero lo más triste es la devaluación moral, la pérdida de la fe en sí misma, Se pueden decir tantas cosas, digan ustedes amig@s