Hallé la puerta de mi prisión abierta
tras de un paseo por la noche oscura,
triste condena cubierta de amargura,
de ilusiones y satisfacción desierta.
Sin aliento me detuve ante la puerta
entre mil dudas para iniciar su travesía,
absorto percibí que al fondo me decían
despierta jóven, por caridad despierta.
Ciego, mi mano tendí hacia el parnaso
mirando a su interior apagué mis ojos
creyendo reconciliarme con la muerte
Iluso. Allí estaba mi vida al cielo raso.
Su imagen divisé y yo sentí el sonrojo
con la esperanza de nuevo de quererte.