¿Acaso, moléculas del dolor retornen,…?
Cuando la fraseología de la demagogia
a los bulevares avillane y las trivialidades
del alcahuete de las 7 megafonías, consternación revelen
noctámbulas criaturas…
¡Ah! Barrabás, moliendo café, tal vez, suerba coñac…
Y, en los arrabales, -el escondrijo de Baltazar-,
los léxicos crispados maculen, ¡horaden!
Huyan los hiatos grises y los diptongos para versar
y el inclinar cortés y el cortejar francés exclamen: ¡Humillación!
El ángel de la guarda partió, hoy, a otro lugar
a buscar liberación...
A las golfas devenir el claustro de ensueños,
cuyas ojeras se iluminen y por un instante
su cruz en el ostracismo su oscilación…
Ya las voces sean conciertos
de alocados grillos,
que maquillen a los sentidos
con disímiles fisionomías.
Nos llamare curiosidades, ceremoniales
espectros de la noche negra.
¡Vaya, los piratas rondan los puertos
Y Callao extasiado por el mar...!
.
Es cuando la maldita erudición succiona
la razón, al decrépito transitar, convulsionante,
amalgama del juicio y del conocimiento y la demencia,
del pensamiento que planea por los aires
hacía el esqueleto del canillita contraído por el frío
entre la niebla y un viejo puente.
Y las hieles nos infecten al intelecto
en este difuso teatro llamado, en la hoguera y en el polvo,
Sociedad moderna…
Luego, cual insectos soberbios trepados en los atriles
ayoremos a Lima, la gran ciudad,
-la metrópoli de los ilusos-
con sus \"huecos\" y bisagras y portones corroídos
por el tiempo, con sus descalabrados sueños
por las calles del olvido
y sus gigantes alas desafiando al cielo. Sin embargo,
¡tanto smog, que a nadie la atención incita,
nos envuelva plácidamente en su fúnebre mortaja,
con mensajes tétricos, con final cretino, en la fatal morgue
de un neoplásico hospital.
Narcotice a las cervices macilentas
el rumor del mar y sus demonios,
¡los corsarios con hedor a muerte acosan nuestro mar!
Callao, ¡despierta! ¡Ya es hora de laborar!
¡Ah! Tropezaran torpes y tristonas muletillas,
de pavor, fragmentarse en las calzadas
y en los buzones y en sus calzadas y en los burdeles de marchitada flor
y en las largas, ¡y largas avenidas con el puñal entre los dientes!
Mas, después de rancias vinagreras,
en nuestros sueños parecieran reflotar los acontecimientos,
¡cómo puses después de la infección!
El diario, a diario, el diario matutino,
¡la inflación, la inflación!
El pregón del pan nuestro de cada día...
¡La billetera, la billetera!
¡Ah! La ausente billetera que se volatiza en la morfina, llevada por el viento
por las calles y placeres de la gran metrópoli,
en los Night club y los moteles que pernoctan por las noches
con sus vicios y placeres, devaneos y un adiós al más allá…
La opulencia, la opresión, el poder inquisitorial
le han dicho adiós al bastardo sin hogar, a su plato de frijol ,
a los asilos, al manicomio, a la casa-hogar
que recoge los harapos y los vuelve a echar;
porque, donde hay espacio y lugar, ¡la nada es más que suficiente!
La nada es insustancial, carencia de valores o pecados,
sin pasado, ni futuro, no hay presente, solo el vacío destartalado, es la nada…
Si el bolsillo se ha perdido en el corazón algo habrá, algo mejor que un eructo…
Entonces, con nuestras alas enfermando
en agonías, volamos al pedestal soñado,
¡cuál ángel con nuestras plumas pétreas,
nos llevaría el bálsamo desde las negras sombras,
la amada noche, ¡que importa!
El imberbe trocará de imberbe en la indefectibilidad
y el anciano, en esa senectud, venere a lozana juventud.
Y, el que duerme bajo el puente, soñando en onomástico pueril,
Es mejor sonreír antes que morir de prisa,
ni un Smith & Wesson en la ruleta rusa, los despreciables,
que su vida rifen en macabra ceremonia, con el estilete de la muerte…
Mañana infierno, rutina, ¡la misma joda!
¡Vaya arrogancia!
El perro y el gato mirando su retrato…
Ahmed Krentel