Estuve donde sólo el ave
reta al cielo,
en un lugar ajeno al hombre,
y éste, en su orgullo
se atrevió a enmurallarlo
para evitar
el atroz sonido de la muerte.
Estuve
en la enorme señal
de lo diminuto que nos vemos
cuando la naturaleza
desea lucirse,
y mostrarse
como oro inalcanzable.
Estuve
en la eterna ventaja
que nos lleva
el misterio que se burla de la ciencia
y en las manos amigables
que acaricia las virtudes
de aquel
que nacio
para hacer arte.