Hay días que oigo una voz:
Inconciliable reivindicación
donde el hombre se agota
en vivir sin sueños.
A veces construye
un círculo perfecto,
un hábito a la muerte.
Si por lo menos los vientos,
tu distancia doblada por la cintura
entre las sombras, la luz
proclamase lo oscuro
entonces, sombra y luz
separarían un labio de otro,
descifrarían la piel que nos cubre,
la bóveda que se abate al despertar.
Porque hay días que los sueños
barren el viento sur
y embelesados en su vuelo
recorren cada destino de la materia.
Hay días que se desprende
una pasión en las tinieblas.
Se quiebran los hilos de la muerte:
con estocadas a la palabra lujuria.
Al dolor de la palabra padre.
A la palabra.