con los ojos pelados de hambre, recluyo entre sombras de lejanas cuevas hasta que amanezca. Un mundo muere en mí cada día, y debo fluir calladamente hasta recomponer la idea multitudinaria de un planeta que viene a nacerme. El silencio es primordial ahora, ni siquiera aceptaré el ruido de las estrellas al correr hacia infinitos países, ni el canto de las montañas, ni el mugir angustiado de las olas prontas a romper. Únicamente el coro boreal de las mariposas puede quebrar la escena, pero no existe en forma cabal.
Soledad y silencio, ingredientes necesarios para expresar cuanto pugna por ser dado a luz, a contrapelo de lo se me inyectara en claustros de severa guía, a pesar de mi vena en flor transparente.
Y este apetito por saber que no cesa