Por rincones perdidos
mi memoria retoma ese extraño sendero
que aquella vez en llantos hipóxicos
rompió los cristales vidriosos de mi contemplar.
Corrió suplicando piedad
a su gracia y belleza eterna,
luz propia de agonía, confusa e irónica
fue lo que encontró
al ver que su encanto
era solo espanto.
Ahora! dichosa palabra tuya
sacia mi gozo al recordar tu veneno
lleno de manjares y sabores malditos
que recorren los rios secos de mi alma
y me mata...
Muero aquí! y no en tu presencia,
cruel foráneo de ímpetu amargado
de extraño júbilo embustero
y de poca sobriedad.
Gracias te digo... adiós te digo.