Desnuda tengo el alma,
los sueños que habitaban en su penal volaron
entre las nubes blancas del horizonte gris,
los sauces que crecían, sin agua se secaron
y ahora van compungidos mirando de soslayo
cabalgando en jamelgos de bolitas de anís.
Mi mente está vacía,
vacante de renglones, de líneas, de gazapos, de borrones desierta,
la nada inconsistente reclama indiferente su horizonte infinito,
el ánimo proscrito resbala silencioso sobre la ignota frente,
al aire las acacias van mendigando un grito
y en ese aura maldito
un chorro de silencio ciega la estulta mente
que indolente despierta
para dar media vuelta ocultando el tesoro de la miseria mía.
¡Sáquenme de aquí!, suplica,
no me atormenten más en esta celda infecta,
mis témpanos revientan de tanto oir sonar, ¡que apaguen ya la orquesta!
que lancen al azar las páginas impar y en seguida las par
de esta sombra siniestra,
los murmullos malditos rumiando sin parar
se esfumen al andar por esta senda onírica dando paso a la lírica
y despeñen sin piedad los miedos por la cuesta
y pronto al retornar la calma vuelva ya
cuidando el descansar
del alma del poeta.