A la reina
Anda, que ya has cambiado de zarcillo,
anda, que el lagrimón es de peluche
y que ya no hay piedad que te haga un buche
ni del espejo un rostro con más brillo.
Vete, mujer, que el tiempo es amarillo,
saca tus labios rojos de su estuche.
¿Ya no quieres amar? Vete a que duche
tu cuerpo el vendedor con su colmillo.
¿Ya no quieres vivir? Deja ese anillo,
lo que tú necesitas es que luche
tu propio corazón por tu castillo.
Eres mujer, la reina, que se escuche
que eres libre y feliz y que es sencillo:
el que a tu lado esté, que no aserruche.
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