¡Ay, amor, quién fuera tu asistente
para mitigar mi estado de locura
que me retiene sumido en la amargura
sin conseguir apartarle de mi mente!
Desearía acceder a esa tronera,
allí donde se acomoda la cordura,
si a este amor que tanto me tortura
con una goma de borrar pudiera.
Todo lo que tengo para lograr yo diera,
sustituyendo, es lo que haría lo primero,
a esta pasión que a mi me desespera.
Y de esta forma deshacer esa quimera
para jamás desear a quien yo quiero
amando sólo a aquel que me quisiera.