La miro y la remiro y los ojos se me nublan
y así nunca me canso y así vuelvo a mirar,
no veo, más presiento del alma su ternura
y en mis ojos su rostro se vuelve a reflejar.
De todos sus encantos percibo la inocencia
que me piden clemencia para no despertar
su carita graciosa que entre la somnolencia
me da su complacencia para ver su soñar.
Ternura, esa caricia que al alma nos arruga,
que a nuestros sentimientos les hacen tiritar,
un soplo es de alegría que vaga por el viento,
el placer de observar y sentirse contento
y ver que en un momento te vas a desmayar
y al fin adivinar la dicha que tanto te subyuga.