Tibio, ilumina mis ventanas. Lo dejo pasar. Lúdico, juguetea con Frida y la acompaña cuando ella duerme al sol. En mi escritorio encendido sugiere interpretaciones cuando trabajo. Inspira ideas a la hora de escribir. Despierta, infiltra, esclarece y sugestiona. Me alimenta, me nutre, me sustenta. Me sostiene, me mantiene y me fomenta… Anclaría en él todo el tiempo. Cada 21 de marzo me pide que lo aguarde. Lo despido conmovida prometiéndole devoción. Sé que me es fiel, suele aparecer en abril, un par de horas para abrazarme y tal vez en septiembre me sorprende una tarde con su aura. Viaja en enero mientras yo le rezo y clausuro persianas.