\"Quiero ser el verdugo de mi propia condena, aquel que corta la cuerda de una guillotina, a pesar de que su cabeza ya se encuentra en la canasta...\".
Pasa el tiempo, se van con el las caricias y las palabras que las engalanan; Es la rutina como un crisol, hace ver todas las acciones más insignificantes, efímeras y carentes de valor, esas veces que te daba de comer en la boca, que susurraba tu nombre para erizarte la piel, incluso cuando en el albor de la ebriedad decidías despilfarrar tu poco capital en un desplaye de tu carente capacidad de canto, acompañado de hambrientos músicos a sueldo; ese lenguaje de niños, las muecas, el dulce buenos días y los chistes que no lograba comprender, pero, que me hacían reír por el afecto que te tengo...
Todo se acabo, se acabo el temple rosa de nuestro cuadro, el reloj se detuvo, su mecanismo se lleno de arena, de amargura; Se cerró el libro, las hienas se ríen, el deber se cumplió.
Ya basta de besos cargados de cariño, afecto, perdón y cualquier otra simbología; tuve ya suficiente de las llamadas para contigo a media noches, esas que solo buscaban que velaras toda la noche entre suspiros igual que yo.
Hoy día mi pesar, existir sin una razón, cargar un grillete atado a una bola de hierro que jamás me perteneció; Estoy hambriento del deseo pasional, tal la bestia que se come su cola, pretendo seguir con ese ciclo, dar esos besos sin sentido, hacer ese \"amor\" animal y hasta peyorativo, acariciar sin brindar auxilio, abrazar sin otorgar mi interno calor: Aquella condena de la que fui victima, pretendo ser verdugo de aquello que me enterró.