Ramon Oviedo

Desolado

 

Aves que volaban se marcharon

insectos y gusanos se habían ido

sin el exceso de calor de ese día

pesadumbre y corazón adolorido.

 

En la tierra grisácea  hecha lodo

el sol abrazador hacia su parte

secaba palmo a palmo lo mojado

cumpliendo su jornada de trabajo.

 

Quién,  adivinando  qué  pasaba

acabara  por romper ese silencio

destrozando  cada nervio en vano

mordiendo hasta sangrar los labios.

 

Son las cosas del amor y de la espera

las tareas del dolor cuando penetra

del humano que sigue a sus ancestros

que repite cada paso y cada gesto.

 

Y tu,  corazón adolorido que persistes,

que superas el mal tiempo y la paliza

estirpe de héroe que no cae en la batalla,

solo mueres lentamente y sin prisas.

 

Ramón Oviedo

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