En un principio creía que se trataba sólo de una curiosidad. Ambivalencia, me gustaba, pero me generaba malestar. Me movilizaba, me conmovía.
Otro día me provocaba perturbación, al punto que ya me molestaba, me incomodaba, aunque me atraía al punto tal que lo miraba sin disimulo
Me desvelaba afanosamente con sumo cuidado. Pero la pesadumbre de su mirada me dolía…
Hoy sólo queda remordimiento, culpa por no detenerlo a tiempo.
Y muero de tristeza y arrepentimiento, inmersa en el mar de la congoja.