Fuiste un fugaz suspiro, cruzando por mi camino,
Como cruza un rio alegremente, sabiéndose notorio,
Fuiste un momento incandescente, en un jardín sombrío;
Estremeciendo mí presente, con tu sonrisa de otoño…
Y tú sin saber, así de tierna, contemplando todo,
Perdiendo tu mirada, en esa misteriosa luna,
Sin pensar siquiera en ser la culpable –muy a tu modo-
De sembrarme en el pecho, una terrible duda…
De no saber quien eres, sin saber si quiera tú nombre,
Pero poco importa no saberlo, al perderse poco a poco,
En esa hermosa sonrisa castaña, desconocida esa noche;
Que me provocó mil cosas, volviéndome como loco…
Por ello no necesito saber nada mas de ti, tan solo verte,
Imaginar que irrumpo, en esa tan encantadora mirada,
Que se clava sin reparo en la mía, con un toque disolvente;
Que meja tan inerme y a merced de tu emboscada..
Fueron solo unos momentos, que acariciaron poco a poco,
Mi espíritu maltrecho, hastiado de rutina y hambriento,
De deseo, por eso al verte, me convertí en ese loco;
Que ardió sólo en esa noche, consumido en tu desierto…
Y sin saber quien eres, ni tan solo tú nombre,
Me quedo con mi recuerdo y también con tu mirada,
Sabiendo que la noche, consumirá a este hombre;
Quedándose con tu sonrisa, eternamente aprisionada…
Y le nacerá una duda, lo aseguro, en un nuevo atardecer,
Yendo al mismo lugar, recreando de nuevo lo vivido,
Anhelando algo prohibido y esperando volverla a ver;
Esperando tristemente, aquel momento, dulcemente padecido…
Arturo Domínguez. -Derechos Reservados- Marzo 2014