Cuenta una leyenda hindú que Drona era un experto en el arte del combate y especialmente el tiro con Arco, pues había recibido estos conocimientos de una deidad.
Era un excelente maestro en ese campo y tenía como mejor discípulo a Arjuna, un rey, y como rey, este debería conocer esa maestría necesaria en aquella época.
La descendencia de Eklavia, sin embargo era humilde, pero no su deseo de aprender esa maestría. Al buscar la enseñanza en Drona, este se le negó aludiendo que Eklavia, por ser de baja clase, no podría comprender sus enseñanzas.
Eklavia se preguntó interiormente: «por qué no puedo aprender?» No tengo prisa en aprender, pues tengo la fe y la paciencia necesarias.
Decidió, entonces, hacer un ídolo de Drona y depositar en él toda su fé.
Pasaron años y el rey resolvió hacer un concurso.
El reto era hacer pasar una flecha por entre las mandíbulas abiertas de un perro, sin tocarlo ni hacerle daño.
Se presentaron muchos arqueros expertos, entre ellos Arjuna, el rey, y un completo desconocido: Eklavia.
Luego de ser eliminados los demás, la disputa se quedó entre estos dos. Arjuna, a pesar de su agudeza, falló el último disparo y Eklavia lo logró, ganando el concurso.
Drona se sintió herido en su orgullo, porque había depositado toda su enseñanza en Arjuna, su mejor discípulo y este le había fallado. Quiso entonces conocer de Eklavia quién había sido su maestro.
Eklavia, en la presencia de Drona, bajó la cabeza y le contestó: —Has sido tú mi maestro.
—Imposible! —afirmó Drona. Yo no te he impartido enseñanza alguna.
—Directamente no, maestro —contestó Eklavia—, pero yo he hecho un ídolo fiel a tu imagen y lo he aprendido de él —enseñándole a Drona el ídolo de barro.
—Si es así —pronunció Drona—, y has sido mi discípulo, a través del ídolo, es tu deber saber gratificar al maestro, tal y como es la costumbre.
—Lo que me pidas lo haré! —aseveró Eklavia.
—Córtate el pulgar derecho! —exigió Drona.
Eklavia sabía que, al cortar su pulgar derecho, jamás podría volver a ejercitar el tiro con Arco, sin embargo era el deseo de su maestro, y así lo cumplió, sacando el cuchillo y ofreciendo su pulgar al maestro.
Eklavia comprendió que cortar su pulgar era reconocer que el conocimiento vino a través del maestro, por el que tenía devoción. Si Eklavia pensara que el conocimiento le llegó por él mismo, sería un pensamiento de su mente, de su propio Ego. Cortó su dedo, pero la simbología es que cortó también su Ego.