A Pedro Salinas
Fue necesario desenredar las despedidas
perder sin miedo.
Romperme el mar en el pecho,
en un sin fin mecánico y blanco
donde el silencio es una esquina
de alrededores fugados.
Anónima y desnuda hacerme sombras.
Con destino de lágrima pero sin llorar.
Para vivir quedarme en todo.
Soltarme a la deriva
hasta que la memoria cabalgue
y estremecida permanecer inmóvil
y apagar mi sed.
Mortalmente herida de amor sucumbir
cuando me viste la soledad.
Cuando busco impregnarme anhelante
y nocturna como un lamento.
Llanto de bandoneón.
Del libro LATE UN CORAZÓN