jaquemate

PESARES

Madre… ¡cómo sufres ante Dios!

tu dolor me grita en tu silencio,

y en tu voz se escucha a lo lejos,

hace eco entre los cerros, tu dolor.

Tu rostro intenta sonreír,

más tu mirada perdida te delata

y por fin te animas a llorar

desahogando tu martirio.

A tu lado no estoy,

ni mis hombros, ni mi pecho,

ni el calor de mi sonrisa,

aún así…

en la distancia escucho tus lamentos.

La impotencia no me deja entenderte,

la cobardía no me deja defenderte,

en la jornada, tu pena la hago mía,

profundo me delego en tu aflicción,

por no tenerte y protegerte,

y poder enjugar tus lágrimas con las mías

y sanar esta nostalgia

que siendo tuya

es mi pena.