Sueño-visión nº 3
Este es un sueño-visión que me mostró Jesucristo,
muchas millas mar adentro, en una embarcación.
Es de forma circular, de muy poquito calado,
más bien con forma de plato, y tres de tripulación.
Han abierto una escotilla, y están observando el cielo.
Uno, el que parece más viejo saca un raro instrumento,
algo así como un sonar, y se pone a pescar con eso;
los peses solitos suben y los toma con la mano.
Otro se pone a ayudarlo seleccionando entre todos,
y regresando al océano a los que no están bien gordos,
llevando el resto adentro y pasándoselos al otro.
Y después de un buen rato ya se dan por satisfechos.
La nave se cierra toda y comienza a girar, aunque no gira en el centro;
cambia de plateada a roja, luego a lila, luego a azul,
después comienza a elevarse, y se va, volando al sur;
hasta que en el horizonte, parece un punto de luz.
Cuando llegan a la base, los reciben con aplausos,
quinientos kilos es mucho, tanto no trae casi nadie;
y hacen sonar la sirena que avisa del evento,
y todos están contentos, los mil cuarenta habitantes.
La isla no es muy grande, y tiene buena estructura,
tecnología de punta y mucho abastecimiento,
aunque ninguno desprecia ¡comerse un pescado fresco!,
y menos, Joel Esram, veterano del lugar.
Quince años han pasado, desde que fue asignado,
y no está disconforme, allí la vida es tranquila,
salvo algún que otro pirata, pero nunca tienen suerte,
porque la base está armada y avisada por satélites.
Hace tanto que no vienen que está extrañando la acción,
porque cuando esto sucede a él le toca de artillero,
y hace tantos agujeros en los barcos de los cacos,
que cuando pegan la vuelta se parecen colador.
Cuando él era jovencito estuvo en tierra firme,
luego pasó a los barcos, de puerto en puerto vivió,
y conoció todo el mundo, ahora ya es mayor,
y bendice su destino, ¡no existe lugar mejor!
Están lejanos de todos, aunque en cuatro horas se llega
al sur de Madagascar, pero él hace cinco años
que prefiere no viajar; hace dos murió su esposa
y sus amigos le dicen que se vaya a buscar otra.
Que en la costa hay hermosas, muchas, y que todas quieren
dejar la vida de allá, pero Joel se contenta
con ir el domingo al bar a buscar alguna chica;
puede ser Mariela, Martha, Johana, Giselle o Jovita.
Sólo cuestan veinte créditos y cien hasta el otro día.
ahora que va para viejo, cambió su filosofía;
una esposa es muy cara, en cambio a las prostitutas,
uno les da su dinero y ellas hacen su comida.
Su hijo va a venir, le prometió, el año que viene,
que ya pidió el traslado, y se lo dan por dos años;
después seguro que quiere firmar un contrato largo,
(lo sabe por experiencia, el que llega ¡no se vuelve!)
La paz, la seguridad, la gente que es muy afable,
nadie discute con nadie, cada uno hace su vida,
y sabe que a su vecino es a quien más necesita,
(sobre todo, los varones, cuando el otro tiene hijas).
El trabajo no es esclavo, la Compañía es prudente,
trata muy bien a su gente, casi toda especializada,
El clima es bastante bueno y la comida no es mala.
(Y mejor pájaro en mano, que mirar una bandada).
Joel repara robots y palas excavadoras,
lo hace por ocho horas, seis días a la semana,
los turnos son rotativos, como también los feriados,
así que no hay descontrol ni en el bar ni en el mercado.
Litio, cobalto y plomo; zinc, aluminio y oro;
berilio y manganeso, de todo tiene el océano;
la extracción es delicada, debe hacerse por expertos.
El que menos es licenciado y todos son apreciados.
Ayer supo la noticia, leyó los comunicados,
la gran veta submarina torció veinticinco grados,
moverán la plataforma y andarán más ocupados.
(Y, mar por mar, qué más da, sólo hay agua en todos lados).
El lunes tendrá su franco y piensa jugar ajedrez
con su amigo Gustavo, aunque pierda como siempre,
le gusta pasar el rato, después se irán por el bar
para tomarse unos tragos y volver acompañados.
A él le gusta más Mariela, pero a Gustavo también,
por lo que turnan con Martha o con Jovita o Giselle,
Johana es africana y habla muy mal el inglés.
Aunque con algunas copas saben traerse de a tres.
Le contaron que la guerra está por finalizar,
o por lo menos que harán el acuerdo de una tregua,
llevan dos años peleando y casi todo es desierto,
muy poco abastecimiento y cien millones de muertos.
Él no entiende de política, además está tan lejos,
pero especula que todo es para reducir la gente,
ya que hay muchos países que están superpoblados,
y las empresas no tienen alimentos para tantos.
Ahora es todo privado, hasta los mismos ejércitos,
los gobiernos, contratados, y nadie vota hace tiempo.
Todo es corporaciones y no existen más los reinos.
Las religiones se unieron y forman un solo credo.
La “Era de Acuario” pasó, pero no trajo la paz,
como tanto prometieron, él muy poco cree en Dios,
pero le reza a veces, aunque no va a la capilla,
sólo si alguien se muere o cuando hay alguna fiesta.
El ozono casi no existe y las ciudades murieron,
la vida es subterránea en un ochenta por ciento,
muy pocos privilegiados pueden mirar el cielo.
Y Joel se siente feliz, entre otras cosas, por eso.
Hace dos meses y medio tuvo un hermoso regalo,
habían embarcado recién, de regreso del trabajo,
el sol estaba al cenit y el mar muy brillante y calmo,
y de pronto tres delfines ¡se arrimaron junto al casco!
Hacía muchísimos años que no tenía esa experiencia,
y por más de cinco millas los fueron acompañando;
todos gritaban, reían, muchos los fotografiaron,
y Joel, viejo marino, vio como varios lloraron.
Si llega a venir su hijo, conocerá a su nuera,
qué, como está embarazada, ya vendría con su nieto,
porque saben que es varón, pues está de dos y medio.
¡Qué más puede Joel pedir!, y enciende a Dios un incienso.