Ya sé que de un tiempo a esta parte me repito,
pero puedo prometer que este ha de ser mi grito:
que todo lo que aquí comento es lo que siento,
y que a riesgo de que lo pongais en entredicho,
yo nunca miento.
Que la palabra que más detesto en este mundo
es \"adoctrinamiento\". Y me importa un pimiento,
dios bendito, insisto, que en este plebiscito,
defienda yo que adoctrinar un acto es violento,
racista y tremebundo.
Que hasta la fecha actual y así ha sido desde Adán,
se ha tenido en cuenta en demasía el qué dirán,
que habrá personas que usarán sus artimañas
y que sin dudar y si es posible las entrañas
a ti te sacarán.
Odio, pues, a los que se dicen profesores
y se declaran de sus alumnos los mentores,
capaces, sin excrúpulos de fabricar \"peleles\"
si a beneficio es de su egolatría y sus laureles.
Son los predicadores.
Adoctrinar, siempre según mi humilde teoría,
cambiar es a su interés ideas de la estantería,
sin la autorización del dueño de la misma.
Argumentar que porque está dotado de carisma
puede poner lo que le interesa en movimiento
y hacerlo sin consultar al dueño del evento.
Osar mentir a conciencia del que miente
pensando sólo en si el lo cree conveniente,
imponiendo ese su criterio a los demás
por el simple hecho de que el impostor presente
se considera que está en poder de la verdad.
Pretender hacerse el dueño del rebaño
a base de constantes y multiples engaños,
o la burda manipulación del pensamiento,
echando para ello mucho cuento al cuento
sin vencer a la razón con ningún razonamiento.
Atrapar la voluntad de los que escuchan
sin permitirles refrescar su intelecto en la ducha
para poder liberarse de falsos argumentos,
o que pretendan impedir sea abrir los ojos
para ello rodeandolos de espinos y de abrojos.
Y quiero poner el colofón con un consejo
que no menos sabio es a fuer de viejo:
desecha invitaciones, sólo acude a los templos.
de los que te aseguren predicar con el ejemplo