Todo era oscuridad en aquella habitación. No existía ni una sola ventana, algunas casas de la zona son construidas con conductos de ventilacion, mi tío asegura que son los mejores criaderos de alimañas, él se opondría totalmente a que me hiciera de esta propiedad. La luz solar, lunar o artificial no tenia protagonismo, los cableados de luz eléctrica estaban chamuscados, una bombilla incandescente colgaba en medio del techo que conservada intacto su recubrimiento de yeso. Era perfecto me dije internamente. Este horrible recinto conocería la luz a través de mi pluma, aquí podría aislarme como quería, un lugar hipotéticamente fuera de Caracas, tenia a dos cuadras la estación capitolio, desde la calle la vista al Cuartel de la Montaña, era predilecta. La dueña del lugar asomaba su canosa cabellera por los espacios que había entre los marcos de la puerta y mi cuerpo, enderezo su columna y con mirada despectiva dijo:
— ¡Que molleja! que cuarto tan sucio, años tenia de no entrar aquí ¿Por qué le interesa tanto? —no le respondí, solo esboce una burlona sonrisa. —Es como si usted supiera de algo que yo no se. Agrego.
—Es su decisión, deseo alquilarlo pagare lo que crea conveniente.
—Bueno joven, son seiscientos Bolívares, solo prométame que no hará cosas indecentes, —alegaba mientras me indicaba con su mano un altarcito con la imagen de la virgen del valle —Aquí todos somos creyentes y decentes.
Asentí y no deje que mirara en mi rostro la alegría y el ímpetu que me acaecía, temía que me pidiese más dinero por el cuartucho.
—Vendré a instalar mis cosas dentro de dos días, en ese momento cancelare el mes de alquiler.
la vieja cerro el cuarto y se fue, dejandome solo en el pasillo.
Solo necesitaba una hamaca, una mesa péquela, una silla, una lámpara, lápices y muchos papeles en blanco. El sitio era el mejor lugar donde me enfrentaría a mi más terrible fobia, papeles en blanco, pasaría dos meses en Caracas aprovecharía para que el aire de la capital abriera nuevos horizontes a mi imaginación, saldría por el día en busca de inspiración, y en las noches escribiría sin parar, o al contrario, en las noches me sumergiría en las penumbras peligrosas de mi ciudad y encontraría aun mas inspiración en medio de un frenesí y sensación de peligro, solo quería escribir.
Salí del viejo edificio y me dirigí presuroso hasta la estación del metro, necesitaba robarle seiscientos bolívares a alguno de mis familiares y así omitiría el interrogatorio del final que tendría.