Óyeme, Manuel, alguien me ha dicho
que tú mañana a Aranda piensas ir,
y si no es molestia quisierate pedir
un favor personal, no es un capricho.
Que un cántaro de barro necesito
de los que venden en el centro del ferial.
Cuando vengas te lo pago, soy formal,
y a una copa en el bar yo a ti te invito.
Cuenta la historia y esto juro que es real
que el susodicho encargo no se hizo
y cuando el demandante inquirió preciso
se escuchó una carcajada general.
Amigo, el cántaro a mi se me rompió,
en el camino y allí quedó hecho trizas,
lo lamento, pues fue que con las prisas
de mis manos hasta el suelo resbaló.
Menos mal que el dinero no te di
replicó el inquisidor con aspavientos
pues de haberlo hecho ya en ese momento
¡adiós al cántaro y al dinero tararí!
Menos mal que traerlo nunca lo pensé,
pues los riesgos valoré de haber traido
y escaldado, de la vida he aprendido
que nunca debo confiar en quien fié.