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La Verdad y la Mentira.

Dos mujeres estaban preocupadas por su descendencia, entonces deciden buscar la respuesta en Dios, pues las dos piensan lo mismo: «Él me ha creado, entonces solo Él sabrá lo que es mejor para mí.»

La primera mujer se Le acerca y pregunta:

—Dios, cuántos hijos podré tener?

—Tú podrás tener solamente un hijo! —afirmó Dios.

—No puede ser —lamentó la mujer—, pues yo quería muchos hijos.

—No te preocupes por tu descendencia —le tranquilizó Dios—: el será virtuoso, el más fuerte, el más digno de ti misma, será amado y querido por todo el mundo, todas las puertas se abrirán a su paso, nadie le temerá ni causará miedo, pues será tu esencia y de él nacerá también un solo hijo, igual de virtuoso, esa será siempre tu descendencia.

La mujer, entonces, se conforma con la promesa que, al final, venía de Dios.

—Dios, y yo? Cuántos hijos podré tener? —preguntó la hermana de aquella mujer.

—Tú? —y contestó Dios—: tú podrás tener la cantidad de hijos que desees y con quiénes desees. Tú eres así de fértil. Pero recuerda —advirtió Dios—: tus hijos serán todos endebles, necesitarán siempre ampararse unos a otros, y serán huidizos, olvidadizos, esquivos, cobardes, mezquinos, y la sangre de ellos estará siempre contaminada —no guardarán nunca la esencia de quien, una vez fuiste, y esa será siempre tu descendencia.

Dios, entonces, al observar que las dos mujeres, aunque no totalmente conformes, habían aceptado sus palabras, resuelve pronunciar:

—De aquí en adelante, la mujer de un solo hijo la llamaré Verdad y la de muchos hijos la llamaré Mentira.

—Que así sea!

 

Cuando comprometes tu vida con la Verdad, ella pasa a ser única —ayer, hoy, mañana, y siempre, pues es la expresión de tu esencia. Cuando dejas que la Mentira gobierne tu vida, lo que dijiste ayer era una cosa y se te olvidó, entonces hoy tienes que decir otra y encadenarla con la anterior, que se te olvidará y mañana será otra, que encadenarás igualmente y siempre otra, cada vez más contaminada y más distanciada de tu esencia.

Si la verdad libera, la Mentira encadena, pero tú, siempre, es el que decides.