El fin de semana amanezco temprano. El cortinado, levantado, ni siquiera puede jugar con el tibio sol de otoño, que me invita a saltar de la cama, con la mejor predisposición. Salgo de casa y compro un par de periódicos. Camino por el barrio en el que nací y crecí. Circunstancias de la vida me han acercado nuevamente a estas callecitas fascinantes. Y entro a mi bar preferido. Es el mismo sitio en el que me reunía con amigos a estudiar, y es el recinto que escuchó tantas confesiones. Fue testigo de amores, de desencuentros, de pérdidas. Pero a la hora de celebrar las alegrías el dueño de casa subía la música exclusivamente para nosotros, que bailábamos hasta el amanecer. Allí mis compañeros fumaron sus primeros cigarros, mientras que mis amigas y yo ensayamos, por primera vez, cómo es esto de ir al toilette y acicalarse. Era el punto clave, el referente a la hora del estudio y de la diversión.
Hoy el bar tiene otro aspecto pero mantiene su esencia. Sigue siendo el sitio más encantador del barrio, a la hora de la reunión o ante el deseo de cambiar de aire. Me ausenté dos décadas y sólo ha refrescado sus coloridas paredes, a la par que el mobiliario es moderno. En el bar, despojado y minimalista, se destacan el blanco y el negro. Pero es uno de “los nuestros”, es un auténtico bar argentino, que se destaca de los lindos bares de las cadenas internacionales. No tengo nada contra ellos. También los visito en la semana, de hecho almuerzo en ellos. Pero a la hora de la elección llevo mis periódicos a mi Querido Bar y me deleito horas, leyendo y trabajando en mi computadora. El sábado suelo pasar más de tres horas allí. Leo todas las noticias, chequeo mis correos y me permito un tiempo extra para el ocio creativo. Mi imaginación elevada con el contexto expande mil palabras. Los domingos estoy un tiempo más, leo los suplementos de cada edición, y me dedico a corregir los escritos del día anterior. Y llega la hora de los títulos. En casa me resulta difícil encontrar los vocablos precisos, pero aquí surgen solos…
El fin de semana paso horas en una especie de micro-cosmos. Estoy en un lugar histórico y muy representativo para mí. Y a su vez desarrollo en él algo tan novedoso como es la escritura. Conjugar la pasión de la escritura y la lectura con ese lugar soñado es algo que me alaba y me da fuerzas para comenzar la semana… Desde el lunes pasado comencé a cenar aquí, con mi cuaderno y mi computadora. No sé cómo, no sé por qué desde ese día la producción de escritos es más profusa que nunca… Ha de ser que los recuerdos calan hondo e inspiran…