Observas, gacho, desde el amplio Estrecho,
suplicando tu futuro a la mente
que contempla, sin el alma latente,
la lágrima que abrazará tu lecho.
Tu futuro terminará maltrecho,
tu vida no vale, queda patente,
y quedas como fantoche de gente
que carece de latir en su pecho.
Ellos son de tus deseos los dueños
y qué más da si mueres, de cuclillas,
abrazado a tus hermanos sureños,
de camino de nuestras maravillas,
consumiéndose –sin todo- tus sueños,
exhausto –con nada- entre dos orillas.