Suspiras a mi oído que se te olvida el cielo
siempre que vienes a mi
y solo quieres llegar las puertas de mi infierno.
Cuando tus manos arden como hierba seca
al contacto de mi piel de fuego.
Que el pecado no es posible cuando nace de mi boca
paseándose por ti haciéndote palpitar.
Mi cuerpo el instrumento para que nazcan las notas,
de la única música que llamas celestial.
Renuncias a tu espíritu por esta pasión carnal,
es en mi piel y mi hoguera donde te quieres quedar.
Mis pechos el pecado para llegar a pecar,
sin importar la condena a vagar la eternidad.
Mi cuerpo tu religión me dices entre gemidos,
y en el limbo de mi piel tu fe profesarás.
Labios con sed que recorren mis esquinas
como si fuera un ritual,
buscando golosamente cada gota de mi manantial.
Perlas de rocío nacidas en mi vientre,
que calman tu ansiedad, pero te llegan a embriagar.
Gemidos que te elevan y te llevan a la cima
para encontrar lo que llamas el verdadero milagro,
al reflejarte en mi mirada cuando se ilumina.
Sabes que entrarás en mi volcán latente,
que cuando hayas ardido en el infierno buscado,
llegarás por fin al cielo y con él al paraíso.