Y Son las cinco, sin sol aun. El reloj de alarma, caprichoso y molestoso, se enorgullece al causar sus discordantes espantos.
Pero, no me humillo ante este, pues me rebelo y a mis sueños bizarros regreso. En el sueño vi a una chica.
Esplendentes igual Que los de la inmortal Hera, así eran sus ojos. Sus majestuosos pechos, gustosos a la vista, mas que los lujosos espectáculos de rosas recién nacidas, de Hortensias color nieve sin tacha, o los tulipanes que como el sol eternal en su punto más alto, brillan de amarillo ardiente sobre los erizados pastos primaverales.
Si, ella es bella, más que todas las mozas que tanto la envidian.
Se pasea de un lado a otro, dejando atónitos a los que fantasean con algún día domarla. Sin rumbo Anda, pues, con objeto de presumir su estilado caminar similar al de las valerosas leonas de las selvas africanas.
Yo curioso de la hermosa diosa, hice lo prohibido, pues decidí avistar su pensamiento.
Navegue por las entrañas cerebrales, por las eléctricas señales enviadas por los nervios mensajeros. Finalmente me encamine hacia lo sobrenatural…
su alma.
Ay, este espíritu inmundo relleno de sentimientos mezquinos e infernales.
Sentimientos avaros, codiciosos y perversos que me cosechan cólera funesta en el pecho.
Pues me decepciona que este fruto repleto de virginales néctares y convocadores aromas,
sea enfermizo, venenoso, y mortal.