Como pudiste lastimarme tanto
tus palabras me hirieron
cuando entraba en llanto
no pensabas que temblaba de espanto.
Esos brazos en cuales
entregué todo mi ser
quien hubiera dicho
que tanto mal me iban a hacer.
Cuando por las noches sola me encontraba
aparecías tú pidiendo perdón
y con esas manos me acariciabas
accediendo yo te perdonaba.
Carcelero eras de mis sueños
pero un día desperté sabiendo
que no eras mi dueño
ya no quería a tí someterme
había aprendido a defenderme.
Fiel esposo y honrado
poco tiempo te llevó
convertir tus abrazos
en lanzas y dardos
destruyendo lo más sagrado.