Caerá la lluvia sobre adoquines muertos
y un pájaro de alambre lanzará un trino humedecido
desde el pino encorvado por el viento.
Entonces el poeta tomará su desgastada pluma
y escribirá…
escribirá
en un pétalo de rosa
al sol que se ha dormido
entre las nubes,
a la luna de platear sereno,
a las estrellas con guiños infantiles.
Y escribirá
al bosque de las sombras escondidas,
a las flores de paupérrimo linaje,
al arroyo con risitas de agua,
a la geometría tejida por la araña,
al imaginario duende con su hacha al hombro.
Y escribirá
a la inmóvil roca con tocado níveo
que se peina en el espejo cristalino
del lago azul-verdoso,
al sendero salvaje y zigzagueante
que se hunde en la espesura de la fronda.
Y escribirá
a la calle vacía,
a la calle de los pasos ausentes
y del silencio trepado en las farolas,
al grafiti que olvidó en el subte
el último en bajarse,
el de las alas desplumadas y abatidas.
Y escribirá
a las veredas de glicinas y de olvido
del barrio con rumor de puerto viejo
y lamentos de tango arrabalero,
a la muchacha que impaciente allá en la esquina
espera al Juan de la humilde bicicleta
y el mirar de profundos horizontes.
En este punto comenzarán a bajarse
las persianas negruzcas de la noche
y el cansancio se sentará a su lado
para hacerle un mix de realidad y sueño.
Con las últimas fuerzas atrapadas
le dejará a su amada una poesía
sonriendo al retrato que sonríe
y que ilumina como un sol de madrugada.
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“Una vez más un poema a tu silencio hecho caricias
de musicales tonos, y a tus manos, tus manos
manojos de ternura, ciegas viajeras de caminos
que en esa oscuridad son sólo tuyos.
Otra vez la avidez incontenible de ser único
mundo y la nada de allá afuera, silenciosa,
para ser nosotros, nada más que nosotros
y nuestro amor en la tibieza ciega de aquí adentro”
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Derechos reservados por Ruben Maldonado.