Camino incierto, abalanzándome al borde del abismo,
cada tanto me tomo el atrevimiento de cerrar los ojos al hacerlo.
No sé si es porque quiero caer, de una vez por todas,
o quiero amanecer en otro lugar, abrir los ojos y ver otra cosa.
Miro el cielo y me avergüenzo al ver tanta inmensidad,
mil estrellas que me observan consumir, poco a poco.
Y lloro resignado, porque yo una vez supe brillar, ser luz de cielo,
y ahora no soy más que el eclipse a la sonrisa
que alguna vez fue mi estandarte.
Ya no tengo monedas, y la fuente de los deseos se deshidrata,
no tengo mucho tiempo y tampoco muchas ganas de ingeniarme.
Voy peregrinando mis penas y deshabitando mis tierras,
la infertilidad es la plaga a mis mejillas, y a mi boca.
Y quizás cuando despierte, perdido entre mis sueños,
busque matar mi cuerpo al fin, para quedarme ahí eternamente,
durmiendo entre tus cielos, muy lejos de mis miedos.
Lemos Maximiliano Daniel.
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