Me has confesado que me quieres,
que por lograr mi amor te mueres,
que podríamos juntos ser felices
y que del alma tu sentir me ofreces.
Me has hablado de tus cosas,
de los proyectos de futuro y pornenir
y los ojos se te iluminan cuando lo mencionas
pensando que algún día lo puedas conseguir.
Me dices tratando de sobreponerte
¿Qué hago con este amor que se acumula?
¿Cómo regulo esta inmensidad que se derrama
si aún queriéndola apagar es una llama?
Eres respetuoso, noble y sincero
y sabes muy bien que no te quiero,
que nunca a ti ni a nadie podré amar
y no puedo libremente ese amor aceptar.
Mi corazón lo entregué hace mucho tiempo
al único hombre que quise de verdad,
él fue mi vida, la luz de mi camino,
amor y paraíso de juventud
y lo último de mi destino.
Ese amor que me ofreces
nacido de un encuentro fortuito
en aquella sala de Conciertos
y donde al chelo de Beethoven
me dedicaste un fragmento.
Nunca pensé que en la despedida
al juntar tu mano con la mía sirviera
para despertar en ti esta quimera.
Y hoy desde mi tierra te escribo con pesar
para decirte adiós con mi agradecimiento,
meciendo con mis versos tu pensamiento
para llevar a tu alma de amor resentida
un mensaje de consuelo y amistad.
Solamente eso te puedo dar.
Fina