Somos parte de los adultos, que hablamos con mayor frecuencia de lo que pasa a quienes consideramos \"nuestros niños y jóvenes\", lo hacemos sin apego a la idea de \"todo tiempo pasado fue mejor\",nos reconocemos como \"pasajeros\" de esta postmodernidad de grandes cambios, que incluye a todos sus actores.
Nos comprometemos a diario, para generar el interés que supere la manera de llegar a nuestros alumnos, así ellos, logran avances positivos en su aprendizaje. Para que esto último suceda, vivímos fabricando \"recetas\", frente a la discriminación (Por la desvalorización de las diferencias), al abandono, cuando los padres probablemente por carecer de una vida digna y emocionalmente saludable, no logran comprometerse con la educación y el aprendizaje de sus hijos, alimentando así factores de riesgo que por lo general se transforman en violencia.
¿Dónde están los referentes? Tal vez tampoco podamos serlo, pero frente a esta nueva realidad, damos respuesta a las complejas problemáticas que se imponen en el ámbito escolar.
En nuestras aulas trabajamos por la igualdad y la inclusión social. También creamos redes, si advertimos que uno de nuestros alumnos se encuentra en estado de vulnerabilidad física o psicológica, para protegerlos y protegernos; casi duele esta última palabra, pero debemos pensar en protegernos además de proteger.
Provablemente esta reflexión, presentada a un docente veinte años atrás o mucho menos, le generaría asombro o vería cierto rasgo de soberbia, sin embargo, sabemos que nuestra cotidianeidad en el aula tiene muchos matices.
Hay tanto para decir. . .Permanentemente tenemos que resignificar nuestras prácticas y analizar la situación de nuestros alumnos en franja de riesgo. Todo se aúna en el aula, hoy, además de transmitir conocimiento, debemos estar abiertos a buscar la manera de resolver los problemas de nuestros alumnos y protegerlos.
Autor: Graciela Beatriz Traverso-