Recuerdo aquellos días cuando tus palabras me eran como alimento y oxigeno, necesarias y satisfactorias. Recuerdo cuando todo lo que hacía estaba relacionado contigo de una forma u otra. Recuerdo cuando reíamos hasta el salir del sol, y recuerdo aquellas peleas sin sentido. Recuerdo también haber deseado estar ahí cuando más me necesitaste. Recuerdo como pasaban las horas y nada era suficiente; recuerdo que ya no te importaba demostrarme lo que con tus muros de protección ocultabas, y recuerdo cuando mis fuerzas ya no daban para más. Recuerdo los días desperdiciados, pensando en lo que pudo haber sido, y recuerdo la humedad de mi almohada cuando intentaba dormir, mas no podía porque me ahogaba el dolor. No olvido aquella noche cuando caminé con la cabeza en alto, por primera vez después de meses, y ahora que la tiniebla no cubre más mi camino y puedo ver con claridad, me doy cuenta que aprendí a respetar la soledad.