Pies sin tierra y brazos
que encojen el horizonte.
Trompetas de ave rampante,
hálito de vida.
Saeta que asciende,
que apuñala al cielo
de rodillas. Manzana que
cae hacia arriba.
Océano celeste de sueños
y cúmulos.
Ave ufana perdida en sus
alas.
Garras y fauces espurias
caen, rasgan, y comen.
Llamas y ojos ciegos.
Manos que raen en busca de apoyo.
Meteoro que se precipita a su fin
en un parpadeo, un segundo
lejos de la jaula, para vivir y respirar;
para fenecer en un abrazo de plumas quemadas
y el puño contra el sol.
Octavio Aldebarán Márquez.