A Miguel O. Menassa
En el breve despertar de su pecho
es el miedo como una zarza,
una guitarra mansa
sujeta a un rumor de arboleda
que golpea azul
sobre los desconocidos ojos de la noche
Sacude los eternos signos implacables
es el miedo, de ofensivas humedades
Idéntico a los alfileres del desprecio,
a la atmósfera de timbre de la muerte.
Atropellada, sedienta su voz redonda
Es el medo, objetando naufragios en la sien,
Saboreando la soledad defendida de plomo y cinc.
La indiferencia,
Como un atroz delirio.