-Todos los días
tenemos que hablar
de lo mismo.
-Si eres el que comienza,
debo contestarte,
¿o quieres que me calle?
pasaría como una maleducada.
-Lo que quisiera es que
aunque sea un solo día
de la semana
dejemos de tratar
este tema, que ya
me está cansando de tratarlo.
--¿Y de qué podríamos hablar?
¿de tus virtudes,
o de las equivocaciones
que cometo?
--No soy un virtuoso en nada,
y tú no te equivocas...
Molestas a veces, nada más...
--Gracias por tu cumplido.
Siempre nuestros diálogos
terminan en discusiones...
--No me eches culpas...
no soy el responsable
que tengamos que abstenernos...
--Tampoco yo, así que
estamos iguales...
--¿Crees que le hallarán
una solución a esta incertidumbre
que estamos viviendo?
A ellos les importa un cuerno
lo que nosotros podamos
adquirir o no.
Total, ellos pueden comprar
lo que se les antoje.
Departamentos, inversiones,
autos, etc, etc...
Mientras nosotros
tenemos que ir
a un supermercado, y comprar
por precios más bajos,
en vez de calidad
de productos.
Éstos, los precios,
están por las nubes
y los de baja calidad,
tampoco están
en justificables precios.
--A lo que hemos llegado...
--A estar hablando
todos los días de lo mismo.
--Bueno, querido,
es lo que nos toca...
--¿Querido?, hace
mucho tiempo
que no me llamas querido.
--¡Hace tanto tiempo
que no escucho
decirme querida!...
Para una mujer es una
gran satisfacción
escuchar esa palabra...
--¿Piensas que a nosotros
los hombres no nos
pasa lo mismo?
También sentimos
esa satisfacción...
--Sí, claro...
¿qué quieres comer hoy?
--Lo que tengas, querida,
lo que tengas...
--La alacena no está
muy surtida...
--Pero tú sí...
Me encanta toda
tu mercadería...
--¡Qué loco eres!...
--¿Loco porque estoy
alabando tu cuerpo?...
Quiero que cambiemos
de tema, y éste
hace unos días
que no lo tocamos...
Hablando de tocar,
aquí están mis manos...
permiso, déjame tocar
toda tu mercadería,
¡qué linda estás, mamita!...
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 07/04/2014)