Te vi en un cruce de calles. Me miraste en el puente lindero. Nos observamos en el café. Y nos topamos en el ascensor. En medio de tanta gente no te encontraba, percibía que me buscabas. Y así comenzaban mis mañanas. Día a día te pensaba. Un fin de semana extrañé tu mirada, me di cuenta que me interesabas. Y el lunes desfilé ante mi espejo hasta que me aprobé con mérito. Sabía por qué acera vendrías. Taquicardia. Supuestamente distraída tropezamos. Entre disculpas, agendas y sonrisas olvidamos relojes, y pasamos el día. El resto fue el inicio. Toda mañana me agasajás con dos besos y bandejas tentadoras. Y cada noche te celebro en versos de colores.