Diosa de Ébano
De: José Fefo Pérez
Era noche de cielos cerrado, de nubes llorosa
de borradas luces y susurro de voces lejanas
En una mesa un cuerpo tallado en puro ébano
apuraba un trago entre humos cabareteros.
De cuando en cuando el descuido de un relámpago
iluminaba intermitentemente su rostro mestizo.
El mestizaje evidente de nuestra raza Caribeña
canela, guarapo, ron de caña, noche y rumba
La sangre caliente y la rítmica danza de aquellos sones
le alteraron los sentidos de prudencia y salió a la lluvia.
La seguí atento con la vista extasiado con su orgullosa negrura
algo Africana, algo Taina, algo café con leche, algo Caribe.
Salió al bordillo y se empapo la ropa porque la noche lloraba
me invito a seguirla y acepte su reto y me moje con ella.
Caminamos juntos hacia las farolas incandescentes de la calle
por primera vez aquella noche vi tan de cerca su exótica belleza.
La ropa mojada y el frio cincelaron su cuerpo de hada indiscreta
los capullos obscuros de sus rosas en actitud irreverentes se asomaron.
A tras luz se notaba el embate del frio, firmes, erectos, orgullosos
retante ante el lloro imparable de la naturaleza ante la cerrazón del cielo.
De pronto ceso la lluvia y desapareció el encanto de aquel juego de niños
el frio evidente tirito nuestros dientes y el habla, tirito nuestros deseos.
Empapados de lluvia remontamos la calle y rentamos un cuartucho
allí calentamos nuestros sueños entre caricias y besos y un poco de vino.
Sin decir palabras ni hacer cuentos de historias falsas sin ventas de sueños
adosados nuestros cuerpos y el frenéticos deseos hizo el resto.
En aquel cuartucho barato donde pasamos la noche de cielos cerrado
y relámpagos distantes que de rato en rato le iluminaban el rostro.