Una habitación en la mediana oscuridad.
Dentro, una silla que el azar labró y cuya función de silla seguirá en otra habitación paralela.
Sobre la silla un hombre que fue poeta y religioso del ensueño.
En sus manos unas hojas de versos apenas legibles, donde fondean vestigios de Whitman y M. Flores.
En uno de los versos se lee el vocablo que nombra secretamente a una dama.
Como una Numancia o un muro simbólico la silla cae con el peso del universo,
mientras una soga en la garganta le impide al hombre decir algo valioso.