Hoy he abierto mis manos al sol
y volaban como la risa de una guitarra.
Me había cercado en tu cuerpo
manchado de esperanzas,
abiertas a la nostalgia sin voz.
Amaba de tus ojos las llaves de la noche,
que como el mirto caían llenos de sombras,
como despedida roca,
amapola ululante de melaconlía.
Hay un mar que nos separa
y yo soy un río seco y sin risa.
Hundida en el rústico vivir,
voy sacudiendo mi pecho contra el fuego
siempre desmesurado,
en esta inquebrantable tristeza,
de todos los días de tu muerte
Ahora dejo que la lluvia cale mi huida,
cárdena como un desnudo barco
y las huellas de mi llanto queden atadas,
convertidas en hojas y en cambio de estación.
Ahora soy como el azogue del viento
sobre el abandonado faro.
Soy un susurro donde la tarde trae lo perpetuo,
sobre el dolor que muerde mi tierra.
Soy como un lagarto que abre su pecho
a la soledad de las grandes heladas.
Y volando sobre el pozo ronco
de madrugada, donde el encuentro es sonoro
y azul como el secreto amor.
Soy monstruo y paloma,
de un ayer inexistente.
Me domina un ritmo foráneo,
fuerte como el latido del verano
y soy
sólo palabras.