Eran incontables
las formas en las que el sol
te había besado el pelo
y se había embriagado
con el néctar de tus ojos.
Eran imposibles
los cuentos que la luna
te contaba
para convencerte del milagro
en tus pupílas.
Eran eternas
las ganas de hundirse
en la absurda utopía
de no separarnos más.
Jorge Leonardo Torrez
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