El sol vistió su gabán, haciéndole cohorte al ocaso.
Arropó la luna y se guardó las estrellas.
Conspiró a favor de la oscuridad de la noche
Y se dedicó a componer sin colores una bella poesía:
Ululaban las lechuzas, las luciérnagas titilaban.
Las acerinas parían unos negros rutilantes.
Los gatos no maullaban.
Los amantes invisibles, acariciaban sus sexos.
Los arboles fueron una negra masa informe
Y los ríos escondían uno a uno sus espejos.
La mañana desperezaba.
Los sonidos del día volvían a sus atriles.
El sol se quitó el gabán, dejó traslucir sus reflejos.
En el culmen de su obra una negra rosa florecía.
Hermes.