Entraste a mi vida,
y en ella has quedado.
Trataste de salir,
y no te he dejado.
Siempre has tenido
tu libertad de vida,
como la he tenido yo.
Mutuamente nos hemos entregado
lo que ambos hemos necesitado.
Entraste a mi vida para mi bien,
y estoy en la tuya para el tuyo.
Siempre nos decimos,
¿y si me faltaras?
Ambos respondemos
que cuando nos llegue
el momento de nuestra partida
para dejar esta vida,
hemos de tomarlo
con mucha calma,
existiendo nuestro dolor y tristeza.
El primero que parta,
dejará al otro solo.
Si tú te vas,
así he de quedar, solo.
Si antes yo me voy,
quedarás sin mi presencia física,
sola... siempre me recordarás
como si vivo estuviese.
Y yo al perderte,
me quedaré solo,
pero al recordarte,
será como si nunca hubieses
partido, hacia el más allá...
Entraste a mi vida,
y sigues estando a mi lado,
juntos, siempre unidos.
Como el mar sobre la arena,
juntos, inseparables.
Si la muerte viniese a buscarnos,
tú estarás en mi pensamiento,
yo en el tuyo.
Nos hemos acostumbrado
hablar de la muerte,
para cuando llegue,
resignarnos a acompañarla,
hacia donde nos lleve.
¿Dónde nos depositará
la muerte cuando ella llegue?
Dicen tantas cosas
los libros, los poetas,
los estudiosos, este,
y esta, y tú y yo...
Pero nadie ha regresado
para relatarnos dónde
ha estado.
No pensemos más
en ella.
Que llegue, cuando
sea nuestro momento.
Vivamos el presente,
así, unidos, tranquilos, en paz,
amando a nuestros hijos,
a nuestros nietos,
nuestros amigos.
A los que nos dieron la vida.
A los que están,
y a los que no.
Convirtamos nuestra vida,
en felicidad,
aunque estemos sufriendo.
Soportemos lo insoportable.
Están ocurriendo tantas
cosas, amor, que cuanto
más problemas nos hagamos,
antes hemos de partir...
juntemos nuestros cuerpos,
nuestras almas,
nuestros labios,
y besémonos, mucho...
no despeguemos nuestros labios,
como si supiésemos
que éste, podría llegar
a ser el último día
de nuestras vidas.
Derechos reservados de autor( Hugo Emilio Ocanto - 10/04/2014)