la negra rodriguez

ECOS DEL PASADO (SEXTA Y PENÚLTIMA PARTE)

TRAVESÍA  (TERCER DÍA)

El Tren salía de Ollantaytambo a las cinco de la mañana, por lo que había que madrugar.  Cuando aún el sol no aparecía por el  horizonte  ya estábamos  en la fila  y luego en la estación, para esperar que llegue el que  nos llevaría. Muchos turistas de todas partes del mundo, esperaban impacientes, con las mismas ansias,  con el mismo entusiasmo.

Embarcamos y  empezó la travesía  acompañados de música andina y  canciones interpretadas por grandes  exponentes de la música  peruana como es el caso de William Luna, especialmente.

El trayecto,   ponía a merced de los viajeros  un paisaje hermoso, pareciera que el tren competía con el raudal impetuoso del rio VILCANOTA, que es el que riega los campos del Valle Sagrado. En  sus márgenes,  se pueden ver variedades de flores como las retamas; los cactus los pencos, las tunas . los helechos, los  sauces llorones  y en las aguas unos peñascos impresionantes que las hacen   espumosamente blancas. En el horizonte, la altas  cumbres nevadas que por la dirección  que sigue el tren, a veces se las ve adelante  a  veces detrás o a los costados, algo que mantiene al viajero muy entretenido.

Llegamos a tempranas horas al último punto,  a la población de  AGUAS CALIENTES, que se vuelve  la convergencia de razas de idiomas, de emociones.

Turistas con sus equipajes, con cámaras, con sus formas características de vestir, admirándolo todo, comprándolo todo.

 En su totalidad, las casas son almacenes   de artesanías;  restaurantes u hoteles y albergues. Un maravilloso  clima, AGUAS CALIENTES, es como la antesala  de mi   sueño realizado.

 Su Plaza de Armas, pequeña pero muy bella, consiste en un parquecito con fuentes de agua y en el medio ,  la escultura del gran INCA PACHACÚTEC, EL CONSTRUCTOR,  que vigila con su porte de  rey y de dios y desde su inmortalidad. (Vale mencionar  que en la Plaza de Armas del Cusco, también  esta su  escultura pero  en bronce refulgente  con  los rayos del sol).

 Solo quedaba comprar los boletos de entrada y  coger el  vehículo que nos llevaría a  las puertas del gran sueño acariciado por la loca pasión por la identidad; que nos llevaría  ante las puertas  de MACHU PICCHU.

Solo  de recordarlo y escribirlo  saltan lágrimas de emoción y un  fuerte estremecimiento recorre mi cuerpo,  que me hace sentir vital ante el recuerdo, humana ante la añoranza. Y me hace sentir tierra; y me hace sentir aire, y viento.

 Me hace sentir orgullosa de  ser latinoamericana.