En una tarde nublada,
don Bernildo se fue al río
con su poncho para el frío
y su talega rayada.
Entre caleada y caleada
endulza la verde coca;
el placer desde la boca
le recorre el cuerpo entero.
Mientras tanto, en aguacero
la nube negra se troca.
Con el machete en la mano
busca con dedicación
la leña para el fogón.
Cual buen leñero el fulano,
corta el árbol más cercano;
de los retazos se adueña
y a llevárselo se empeña
antes que el río acreciente
y se lleve la corriente
al leñador y a la leña.
La borrasca allá en la altura
arrasa los pajonales;
piedras palos y animales
se mezclan con la espesura.
El torrente con bravura
a don Bernildo sorprende,
éste de un sauce se prende
trepándose hasta la copa,
con el ponchito se arropa
y protegerse pretende.
La agente hacia la rivera
en un santiamén llegó,
lo que se les ocurrió
es darle una soga entera
para que él se sostuviera.
El ponchito y el sombrero
es lo que amarró primero,
el sauce cae rendido
con don Bernildo prendido
y lo llevó prisionero
Por descuido o por confianza
se pone en riesgo la vida,
pues no hay pesas ni medida
que compare la balanza.
Este caso es la enseñanza
así tan simple nomás,
para que no olvides más
este caso tan fatal.
Se compra lo material,
pero la vida jamás.
Eugenio Sánchez