Edwar Ritler

El final

Había un hombre tendido sobre el suelo, con los ojos tan fijos  en el firmamento; una niña se le acerco con rosas purpuras que lloraban, mas sus mejillas enflaquecidas, notaban que rompía en llanto, mientras se hincaba sobre el cuerpo tendido que parecía sosegar:
-¡Hola! – dijo ella, enjuagando sus lágrimas contra el pecho del hombre.
-¡Hola! –respondió,
-¿Por qué?... ¡por qué!
-No lo sé, tal vez siempre lo fue… ya veo un ángel, ¡allá!, pero creo saber que es tu rostro en el cielo que se crisma de azul…
-Un espejo, ¿Tal vez?
-Tal vez… debo recostarme aquí siempre y seguir soñando lo que nunca pude tener. Déjame, aunque sea, por la eternidad soñar que te tengo en mis brazos…
-Siempre me has tenido en los tuyos… no, no cierres tus ojos; jugaremos a la ronda bajo el árbol viejo y estaremos juntos…
-Dios me da la mano, me dice: ven, hijo mío, ven. Y yo no sé si ceder…
-No, no… no abras la mano, ¡no!
-Ya vuelvo… daré una vuelta por nuestra casa… oye: te amo.
Cuando veo alguna estrella que fulgúrese en el firmamento, ando con la expectativa misma de que es un hombre que llora, de sus males perdonados; de su condena, al estar enamorado, jamás liberado.